lunes, 13 de junio de 2011

De convicto a redentor: Mario Flores Urbán




Mario Flores Urbán pasó veinte años de su vida recluído en una cárcel de Chicago, Ilinois; sentenciado a la pena de muerte tras ser inculpado (sin pruebas) por homicidio. Al ingresar al centro penitenciario, le fue entregada una biblia y con ella en mano, su carácter y el apoyo de su familia, logró no solo su libertad, sino la de otros trece que como él, habían sido condenados a muerte injustamente.

Parece de película ¿Cierto? pero así ocurre con quienes están al márgen de la sociedad, son vulnerables a padecer cualquier cantidad de vejaciones. Esta es la historia de un mexicano que fue sentenciado a muerte por un sistema que fabricó pruebas en su contra para condenarlo, y pasar la mitad de su vida casi en aislamiento total.

Para Mario Flores esos veinte años significan cualquier cosa menos pérdida, una experiencia que marcó su vida para siempre, pues la vivió con la más absoluta intensidad. En ese lapso estudió la carrera de Derecho e incursionó en la pintura, convirtiéndose además en un reconocido artista plástico.

Mario, llegó a Chicago siendo apenas un niño, y como era costumbre en los barrios como en el que se estableció su familia, se hizo parte de una pandilla. Desde chico robaba autos, pero la pandilla creció y empezó a envolverse en el negocio de las armas y las drogas, por lo que pronto Mario se convirtió en uno de los principales objetivos de la ley.

Narra que hubo un tiempo en el que las pandillas empezaron a pelear por el liderazgo, lo que desató una ola de homicidios y esto puso aún más en alerta a las autoridades, quienes declararon la guerra a estas bandas.

“En una guerra la primer víctima es la verdad y gente inocente, son los primeros que caen”

La pandilla a la cual pertenecía Mario Flores Urbán, pasó a ser considerada como una de las más peligrosas, paradójicamente, este muchacho intentó alejarse de los problemas para literalmente sumergirse en el deporte, como clavadista.

Esta situación pudo haber incomodado a los miembros de su grupo, y cuando la policía detuvo a varios de sus ‘hermanos’, éstos no dudaron en incriminarlo ante las presiones de la policía local. Señalado como uno de los cabecillas, aprovechando sus antecedentes delictivos, le fabricaron testimonios pues según Flores Urbán, ya representaba una seria amenaza.

“A través del deporte fue como empecé a salir de ese mundo de las pandillas, pero tu pasado siempre te persigue”

Mario señala que en ese entonces ya contaba con suficiente mala reputación, lo que fue aprovechado por las autoridades para poner un ejemplo de lo que les pasaría a los delincuentes, que serían duros con ellos “Por eso me sentenciaron a muerte”, reconoce Mario.

“No saber inglés en una cárcel americana es lo mismo que ser un violador”

“En la cárcel donde yo estuve, el trato ahí no es sobre raza sino sobre la categoría de delito, el porqué estás ahí, el violador es el que se la lleva peor, el chicano o migrante se la lleva mal si no habla inglés, sobre todo porque no entiendes las órdenes del custodio y piensan que estas desobedeciendo, te ven como un posible insurgente”.

Durante veinte años, Mario Flores Urbán estuvo en el “Corredor de la muerte” donde permaneció aislado del mundo y casi de todo contacto humano, esperando ser ejecutado.

“Es un corredor donde se encuentran todas las celdas de los condenados a muerte –todas del mismo lado– el guardia desde el pasillo puede ver cada una de las celdas y que los reos estén vivos o que no se vayan a suicidar”

En Estados Unidos un sentenciado a muerte tiene derecho a seis juicios de amparo, tres estatales y tres federales, si un juez en primer nivel estatal encuentra irregularidades en el expediente puede tardar de tres a cuatro años para emitir su fallo, cuando lo hace, es posible acceder a otra corte de amparo más alta, si el sentenciado está en desacuerdo con la primer decisión.

 “En ese transcurso de apelaciones se van yendo los años, luego del 11 de septiembre de 2001, los procesos duran un máximo de ocho años

De pandillero a abogado y pintor

Desde que entró al penal, Mario empezó sus estudios de Derecho ya que su abogado de primera instancia había hecho un mal trabajo, y que consideró importante estar bien capacitado en la materia, con la posibilidad de defenderse a sí mismo.

“Resultó lo contrario, no pude defenderme, pero ayudé a otros compañeros”

Luego de que estos mismos compañeros lo ayudaran a salir libre, nunca más volvió a verlos tras ser deportado a México, con la prohibición de regresar a los Estados Unidos.

Su familia

Su familia siempre estuvo pendiente de él, parte importante para conservar la esperanza, relata “Para ellos verme bien fisicamente, espiritualmente, que estaba estudiando, era una experiencia muy saludable porque mataba sus peores temores, era una retroalimentación porque ellos me veían que estaba bien y yo a la vez los veía tranquilos” comenta.

Además de su familia, la religión fue parte fundamental de su estabilidad, ya que empezó a leer la Biblia (que es lo primero que recibe un condenado a muerte en los Estados Unidos) “La Biblia me ayudó a escapar de la realidad que vivía, luego vino la pintura. La religión, estudiar Derecho, el contacto con la familia, ayudar a los compañeros, creó una red de autoestima que te eleva y fortalece” aseveró.

Al ser cuestionado si considera que después de todo lo que ha vivido se considera una mejor persona, Mario contesta:

En el universo nada se queda igual; o mejora o empeora, me gustaría creer que soy mejor persona ahora, porque esa es mi meta, siempre ser el mejor, poder compartir mi historia con otros me hace mejor” concluye.

Mario Flores Urbán visitó la ciudad de Chihuahua para ofrecer una conferencia a los alumnos de la Facultad de Derecho, de la Universidad Autónoma de Chihuahua y una más en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, ambas ponencias sobre el mismo tema: Pena de Muerte.

A sus 45 años Mario aún no se ha casado, aunque tiene pareja y no descarta la posibilidad de formar una familia, hoy en día se dedica a defender a mexicanos migrantes en los Estados Unidos con problemas legales en donde ha encontrado otra manera de ayudar al prójimo y de aplicar las experiencias vividas

También dedica su tiempo a compartir la experiencia vivida durante sus años en prisión, con la esperanza de que ello contribuya en algo para alejar a los jóvenes de la delincuencia.

Colaboración de Marcella Ríos Garay

Publicada en la versión impresa de la revista VozEnRed

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