viernes, 24 de junio de 2011

¿Qué fue lo que cambió?

Empezaré por intentar ignorar que al titular del ejecutivo federal le preocupa más la conclusión de su período, los próximos comicios de 2012 (porque en Acción Nacional desde las más altas esferas, todos los cartuchos están presupuestados para tal año) y cómo será recordado por sus gobernados (los espurios y legítimos, elija usted a qué bando pertenece), que aquellas personas con las que se reunió ayer jueves 23, sí, esas a ante las que justificó sus políticas públicas de gobierno en materia de seguridad.

He de decir que el señor Felipe Calderón me cae bien, y casi hasta podría creer que es bien intencionado, que ignora (que no debería) el altísimo nivel de infiltración que acusa su gabinete y en general el aparato de gobierno, es comprensible que durante éste jueves tuviese la intención sincera y franca de ESCUCHAR a sus gobernados, las víctimas directas e indirectas de la guerra contra la delincuencia.

No obstante se reconoce que aunque en efecto hubo diálogo, al final Calderón Hinojosa se irguió cual vencedor tras un debate o cualquier tipo de contienda.




¿Para eso se reunieron en Chapultepec?

Queda la sensación de que cada parte expuso sus puntos, donde uno de ellos –Felipe Calderón– supo imponerse cual si en ello le valiera la vida.

La institución presidencial es la más alta dignidad a la que un ciudadano mexicano puede aspirar, lo cual no implica que quien la ostenta sea infalible y, quizá hasta por el contrario los errores que comete son de gran envergadura así como los aciertos.

En este punto quizá es donde le ha fallado al cien por cien el flujo de información al ejecutivo federal, porque si bien es cierto que hay numerosas detenciones, aseguramiento de droga, armamento, inmuebles, vehículos y demás, esa información no ha permeado con oportunidad.

Reconocer que te has equivocado, hacer alguna pequeña “concesión”… ¿Podría restarle algo al primer mandatario? Por el contrario, hasta sus detractores más férreos y radicales como Andrés Manuel López Obrador, Gerardo Fernández Noroña o Mario Di Costanzo Armenta, no les quedaría de otra que admitir que es un gesto más amable que aquél adusto, distante y soberbio sostenido durante su sexenio, o quien sabe, quizá no (aunque tampoco se trata de darles gusto a ellos).

Por otra parte, llevar a Genaro García Luna al concilio luego de que le fuera exigida la renuncia de éste, eminentemente es un mensaje por el cual, Javier Sicilia prefirió evitar darse por enterado.

Es innegable que esta reunión es un hecho inédito, tal y como algunos columnistas consignaron en su momento, reconocer que el Presidente bajó de lo alto para atender (ahora sí) en persona, a algunas de las víctimas de la violencia en la que actualmente vive nuestro país es algo nunca visto, pero también hay que recordar que era lo menos que podría haber hecho: En su momento Marisela Escobedo (Juárez, Chihuahua) acudió a Los Pinos para solicitar la intervención del ejecutivo federal (agotadas ya las instancias municipales, estatales y federales como la PGR) para obtener la justicia que le fue negada por cada uno, y de esa, Calderón Hinojosa también fue omiso.

Queda pues la lectura de que el ejecutivo federal cumplió con una obligación, y que al mismo tiempo defendió, justificó y reiteró cada una de las acciones emprendidas por su gobierno, en el entendido de que sin importar lo que resulte de este y otros diálogos, la estrategia continuará sin cambio alguno.

Si usted hubiese perdido un hijo, un hermano, a su padre o madre como consecuencia de la estrategia contra el crimen organizado, tras este encuentro se sentiría ‘aliviado’?

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